12 julio 2005

...Let me go away....

Hace mucho, mucho tiempo, vivió en un país lejano una princesa...Era un princesa poco convencional. Su principado era minúsculo y su realeza sólo era comtemplada y admirada por un súbdito fiel que defendía con uñas y dientes el territorio de la joven monarca. Las fronteras de su país estaban demasiado cerca de la muralla del castillo, y éste se situaba sobre unas colinas serpenteantes. El castillo parecía un laberinto de pasillos que no llegaban a ninguna sala y que subían y bajaban continuamente, para salvar el desnivel del terreno.
Un día la princesa invitó a súbdito a vivir con ella en el palacio...la vida en él era aburrida sin su compañía. Mientras vivieron en el mismo hogar disfrutaron mutuamente de los momentos juntos. Los reyes y emperdores de países desacaradamente más grandes, no entendían ese sistema de gobierno sin gobierno, en el que un súbdto desayunaba en la misma mesa que su princesa...Pero ambos eran felices así.
Hasta que la joven dama comenzó a sentirse triste. Los otros reinos se burlaban continuamente de ella y de su pequeño país, y ella, desde su inocencia se dejaba engañar demasiadas veces.
Entonces, ante sus lágrimas el súbdito le preparó una noche que pudiese hacerla sonreír de nuevo. Se disfrazó de trovador y le dedicó un repertorio completo de canciones... Entre ellas, una que se quedó clavada en la mente de la jovencita...decía "déjame ir, porque sabes tan bien como yo que para mí eres la única y tarde o temprano...VOLVERÉ..."
Tras ese día las cosas siguieron como hasta ese momento, felicidad, cariño, compañía y comprensión mutua.
Una triste jornada el súbdito cogió su caballo para ir a visitar otros reinos. En esos lugares se burlaron de él por su lealtad a lo más minúsculo...Poco a poco hicieron mella en él los comentarios y consejos envenenados de los que iban apareciendo en su camino y empezó a cabalgar más rápido en la dirección opuesta a la del castillo. La princesa esperó con lágrimas en los ojos durante meses, no podía creer que el caballero la dejase sola en aquel castillo tenebroso...subió a lo alto del torreón para enfrentarse a la eternidad en la más absoluta soledad...y de pronto retumbaron en su cabeza aquellas palabras...déjame ir...volveré...
De esta forma la princesa recuperó la esperanza. Pero el caballero siguió su camino, intentando no mirar atrás...Nunca volvió, quizá le venció el miedo a enfrentarse al dolor de su princesa o realmente llegó a creer todo lo que la maldad de la gente le bombardeaba a sus recuerdos.
Todavía al pasar frente al castillo se puede ver a la princesa en el torreón asomada y preparada para acoger a su amigo.
Al joven nunca más se le ha visto por esas tierras....

1 Comments:

Blogger Sergio said...

Pobre princesa... :(

12.7.05

 

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