...Sombras, sombreados, sombreros y asombrados...

Sombras, cómo la que me acompaña aunque no estés conmigo...que me dejan volar mi imaginación y me ayudan a pasar el día uno buscando al día dos. Sombras en el banco de piedra. Sombras chinescas que simplifican las siluetas difíciles. Sombras que son más fuertes cuánto más fuerte es la luz.

Sombreados que necesitan de un burdo subrayado, de mina de lápiz escolar afilada para resaltar. Que nunca parecerán reales. Que nunca serán auténticos. Que pueden parecer elegantes si los miras de lejos, pero que si pasas tu mano por encima se difuminan...y te manchan...

Sombreros cómo el que me has regalado...que siempre está en lo más alto, pero que necesita de un punto de apoyo para ser aparente. Sombreritos pequeños, de colores, brillantes, grandes, divertidos, mágicos, sencillos, elaborados, que alegran o que asustan.

Asombrados. Mis ojos cuando me miro y me gusta ser yo. Mis brazos cuando me dejas que te ayude a levantarte. Mis pies cuando siguen andando. Mis pulmones cuando se sienten libres. Mis ángeles de la guarda cuando se despistan un par de días.